Tuesday, April 01, 2008

La lluvia


En tiempos de sequía.

Estos días los seres humanos miran al cielo con gran expectación. Se han olvidado de rezar y de sacar a su San Roque de la Ermita. No confían más que en sí mismos y en sus predicciones. Pero "no pueden fabricar la lluvia", ni tampoco la tierra en la que habitan, ni el aire, ni el sol, ni el cielo ni las estrellas. A mí, "humilde cordero", me sorprende que un ser tan pequeño, un "átomo" ante la grandiosidad del mundo creado, no se de cuenta de que su San Roque está deseando que le paseen para interceder por ellos y que les llueva. Y es que como dice el refrán de los hombres "sin Dios tampoco hay esperanza".

Pero a pesar de la abundancia de hombres grises, el otro día subieron al Monte unos "peregrinos clandestinos", hablaron con el ermitaño y entraron dentro de la Ermita. Voces de niños, mujeres y hombres entonaron una conocida melodía, después salieron al prado y se repartieron tortillas y longanizas, corrió algo el vino y... de pronto... ¡una gota!... sacaron el paraguas y con calma se volvieron algunos a la aldea y otros a la ciudad vecina.

El Ermitaño de larga mirada reflejaba en sus pupilas a ese pequeño grupo con un aura de alegría. Y se dejó empapar por la lluvia mientras extendía los brazos y musitaba una Oración al Señor de la Lluvia, del Prado, de la Ermita, de ese grupito de familia y, cómo no, de este cordero montaraz.

Las gotas sonaban como tambores lejanos, chapoteaban sobre los charcos que empezaban a formarse... hilillos de agua entre la hierba recién llovida, espejos líquidos que reflejaban las tímidas nubes que crecían... y crecían. Canto de barrancos, de arroyos y de ríos. Murmullos de vida que se escapaban de las raíces de las plantas, del micelio de los hongos, de la boca de las ardillas, de conejos que salían de sus profundas madrigueras, del zorro que sólo atendía el húmedo olor de la tierra recién mojada despreciando su presa vecina.

Una vez más la vida en primavera miraba con asombro, como si fuese la vez primera, esa lluvia de esperanza. Hoy no hay cazadores ni cazados, enemigos ni peleas... todos los habitantes del campo, del bosque y de los riscos miran al cielo con los ojos del Ermitaño y dan gracias al Señor del campo, del bosque, del risco, de las nubes, de...

Mientras en el llano, los hombres grises sacan sus paraguas, la circulación urbana se enrarece, sacan a la calle su propio vehículo, colapsos, bocinazos, nervios e insultos. La lluvia recoge el polvo y la porquería de las calles, las alcantarillas acumulan agua negra y mortecina... y vierten hacia el río un lodazal de inmundicia. Caos y enfados... sin caer en la cuenta que ayer mismo "Lunáticus" hablaba en la Televisión de restringir el suministro de agua por la pertinaz sequía.

Pero siempre hay excepciones. Algún urbanita mira el cielo, recoge el paraguas, se empapa de agua y disfruta de esa lluvia que anima esperanzas para salir de la tremenda sequía y piensa en la Ermita de San Roque y en aquel Ermitaño con el que estuvieron un grupo campesinos y unos pocos urbanitas.

frid

4 comments:

Gºñº said...

wow! filete el texto
aun descubro en la red blogger microcuentos,esta deveras bueno lo que escribes

Unknown said...

aMIGO ME PARECE INCREÍBLE TU TRABAJO TE EXHORTO A QUE LO INSCRIBAS CON DERECHOS DE AUTOR Y LO COMERCIALICES

rasputinsky said...

A mi amigo Segura... encantado y gracias. frid

mercedes saenz said...

Me pareció muy bueno Caminos. Excelente tu lluvia. Saludos. Mercedes Sáenz