Wednesday, October 29, 2008

Caídos en combate


Frío, viento, lluvia. Y es un día de otoño que, de pronto, se ha vestido de invierno.


Y ahí están los zaragozanos asombrados, desempolvando paraguas oxidados y afrontando el parte meteorológico.


Alerta amarilla, poca cosa... en Huesca es alerta naranja. Al menos ahí el mal tiempo se viste con el manto inmaculado de la nieve. Aquí sólo llueve... pero llueve como suele hacerse en Zaragoza, en horizontal para desesperación de la protección paragüera.


Van cayendo, ahí en el suelo, en papeleras, en portales... son residuos de varillas, telas y mangos retorcidos. Un golpe de viento malicioso y da la vuelta al paraguas como a un pulpo derrotado.


No nos acostumbramos. Aquí en quince días llueve lo de todo el año. El viento, es compañía de diario, pero el agua con el viento es una mala jugarreta.


Más que artificios de varillas se necesita la coraza y el escudo para protegerse de las lanzas de agua que lanza el aire arremolinado esperando llevarse su ración de paraguas muertos.


No nos vale que nos digan desde su rincón, en un charco de agua y desaliento: ¡no estábamos preparados! Y es que aquí, en esta tierra, ruina del negocio paragüero, se venden los paraguas de desecho.


Hoy ya sólo hace viento. Los chatarreros recogen los despojos, las bolsas de plástico, cual cometas, se levantan en vuelo helado. Ya se sabe: tres días de viento y volverá la calma, pero calma ya sin paraguas hasta nueva temporada.


Cementerio de paraguas es Zaragoza este primer día de invierno adelantado. Y, como una broma, volverá el sol, volverá la calma y, tímidamente, iremos a la tienda a reponer nuestra indumentaria contra el agua con mercancía que, sabemos, morirá al primer envite del cierzo envalentonado.


frid

Tuesday, October 28, 2008

Otoño de colores

Dios, cuando llega el otoño, debe volverse algo travieso y encarga en una tienda de pintura una paleta de pintor.


El tendero, hombre serio, cuando ve a Dios aparecer por la puerta, le ofrece colores serios, de esos que no llaman la atención.





Pero es que no conoce al "artista" que le dice, cariñosamente, esos no... y qué tal esos rojos, y ese amarillo chillón.





Es que se trata de alegrar al mundo antes de que llege el invierno con todo su furor.





Cuando sale el Señor de la tienda los colores alegres, todos, se han agotado y el tendero, poniendo el cartel de cerrado, espera el fin de semana para ver qué trastada ha hecho en el monte su Dios.





El sábado prepara su mochila con un almuerzo ligero, una cámara de fotos, un chubasquero por si las "gotas" y se lanza al monte siguiendo las huellas de su Señor.





Y mirando los bosques, el suelo, el aire y el agua... se da cuenta de que el Señor es un buen pintor.





frid





Saturday, October 11, 2008

La armó Santiago, o fué María?


Estimado sobrino:

Hoy te voy a contar un cuento muy especial. Como sabes mañana, toda la familia, vestidos con traje regional iremos a la Virgen, a la Virgen del Pilar, a ofrecerle nuestro afecto, nuestra vida entera, y como signo unas rosas rojas le vamos a llevar.

Sabrás que todo comenzó cuando un tal Santiago, amigo de Jesús, después discípulo,antes pescador y algo tosco, vino a nuestra tierra a predicar a los habitantes de la ribera del Ebro que ese Jesús nos quería con locura, dio por nosotros la vida, resucitó al tercer día y era además el Hijo de Dios.

Nosotros en aquella época estábamos bajo la dominación romana, o más bien, éramos romanos de verdad, teníamos nuestros dioses, nuestros espectáculos, y vivíamos tranquilos algo lejos del poder de la loca ciudad Imperial.

No estábamos para novedades, y no queríamos cambiar nuestra cómoda forma de vida aunque eso significase para muchos esclavitud, para otros indefensión y para los más pudientes el miedo a ser llamados a la Corte Imperial para surtir al Emperador los productos de la tierra o la diversión de un instante con miedo de caer en desgracia y acabar en la arena con los leones u otras fieras feroces, si no te mandaban suicidar.

Roma era grande, pero era infeliz. Y lo que predicaba Santiago era tan hermoso que no podía ser verdad: todos iguales, hijos de Dios.

Nos pusimos tercos salvo unos pocos, dicen que doce.

Desesperado Santiago iba a dejarnos, cuando nuestra Madre la Virgen, que estimaba la nobleza del Apóstol, se vino a Zaragoza en carne mortal, trayendo los ángeles con Ella un auténtico pilar.

Hoy ya se ve que Zaragoza sin ella no es lo mismo, que la tenemos incorporada en nuestras venas, que la sentimos en el corazón en forma de canción jotera, que la miramos, así pequeñica, y no podemos dejarla de mirar.

Mira, sobrino, que tus padres, hermanos y tíos estamos de fiesta muy grande, porque hoy celebramos a nuestra mamá.

frid