Wednesday, May 07, 2008

De chiquillos qué mejor que jugar en un castillo.

Homenaje a Castro Urdiales.


Recuerdo como un don de Dios esos veraneos largos en un pueblo del Cantábrico. Por la mañana el sol, la playa, el mar... por las tardes la montaña. Y en el monte de la Virgen los prados, la cima, los castillos.

Había de todo en el pueblo... sobre todo una turba innumerable de primos y hermanos. Las hermanas, nuestras madres, se juntaban en verano y traían, nos traían, la retahíla. Más de veinte primos y primas... un colegio... y todo el tiempo libre para que nuestra imaginación volase al viento.

He sido un niño feliz, he sido hijo de unos padres felices... no he ido sobrado... pero he tenido el don de la imaginación y de la compañía. Y subiendo por la tarde la cuesta pina del monte de la Virgen, pasados los muros de las fincas bien guardadas, los prados con tapias descuidadas... se llegaba a unas ruinas que eran... sin duda, los restos de un Castillo, de sus fosos, de sus torres, murallas, almenas... Lo cierto: los depósitos de agua encharcada, las ranas, salamandras, culebras, lagartijas, e innumerables animales que, inocentes, caían en nuestras manos de exploradores. Safaris de "lagartos", captura de fieras feroces que no pasaban más allá del monte, pacto tácito con nuestros padres.

Luciérnagas, ciervos volantes, escarabajos... rebaños o "leones", águilas de corto vuelo... Y cuando nos eran necesarias estaba la cosecha de moras, de fresas, de manzanas.

Selva intrincada de ortigas, ingenuo sostener la respiración para que no picara. Generales y capitanes... ahí nadie quería ser simple soldado... Y luego receso merendero para volver a casa.

Mirar desde la cima, donde la pequeña ermita dominaba el pueblo de pescadores y donde llegaban claras y nítidas las voces del puerto, y los pocos ruidos de una tarde casi medio día.

Mirar largo hacia otros montes, hacia el mar que embriagaba e imponía, hacia los acantilados y los puertos más cercanos y sueño de tener edad para la bici y poder ir con los mayores a esos pueblos que sonaban a nuevos reinos lejanos que esperaban ser por nosotros conquistados.

Feliz infancia que con escasos medios suplía en sueños, excursiones y aventuras.

Feliz estancia en el pueblo, oxigenados aires que eran el premio de nuestros estudios madrileños... tiempo para juegos cumplida la condición primera de los estudios parvularios... y luego los estudios infantiles. Valía la pena esforzarse los meses madrileños para llegar al verano y tener para ti un paraíso, el paraíso de los niños, de los juegos, del mar, de la arena, de la hierba, de las fiestas infantiles de santos y cumpleaños.

Tan poco y hacía tanto. Tantos niños aportando sueños.

frid

5 comments:

mercedes saenz said...

Que bueno recordarlo o imaginarlo así. Más de una vez una buena infancia determina la vida. Es un gracias por todo Caminos, Un abrazo. Mercedes

Sol solito said...

Realmente entrañable. Tierno, y cándido recuerdo infaltil. Besos

Irene said...

Me retrotrajo a mi infancia... sin mar y sin montaña, pero con una larga Pampa que se perdía en el infinito.Esos recuerdos marcan una vida, no te equivocaste, Frid.
Gracias por tus comentarios en mi blog, pero lo que puedes encontrar en él son trabajos para mis alumnos.
María Irene

Anonymous said...

Gracias Sol... entrañable juego.

Irene y Mercedes "la primera infancia es feliz si es feliz la familia"... luego, poco a poco... uno es feliz si hace el bien.

Gonzalo said...

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