Cuento para desengrasar.
¡¡¡Ignacio!!! grito de la madre al ver, una vez más la camisa blanca del marido con una condecoración de tinta china que va formando un cerco amarronado donde comienza a estar seca.
Es normal esa voz de vez en cuando. El marido, profesor de dibujo, gusta de lápices, plumas, rotrings, rotuladores, bolígrafos y otros cachivaches que cuelgan del bolsillo de la camisa o de la chaqueta. Y, entre tanta caperuza, lo raro es que no se suelte alguna.
Impotencia en la mirada y luego, recuperada la calma... cambio, arreglo y sigue la vida. Los niños han levantado la cabeza, mirado y comprendido. Alguno de los más pequeños está garabateando en unos folios figuras con lápices de colores... y se mira la camisa que "todavía" está limpia.
Cuando no está papá, la mamá explica que ha sido un accidente. Culpable: la caperuza.
Pasado el tiempo, la madre decía a uno de los hijos: "Siempre disculpas a papá"... "Sí, mama, es lo que tú siempre nos has enseñado".
Y es ese el modo de mirar del cariño.
frid
1 comment:
Muy buen ejemplo Frid. La camisa blanca puede ser la vida y uno se mancha con las cosas que aborda todos los dias, trabajo o placer. Puede ser tambien una simple camisa con la que se practica el ejemplo de saber perdonar las cosas cotidianas. Muy bueno. Un saludoo. Mercedes
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