Thursday, March 06, 2008

Cuando me salí del mapa (9) La trucha.


Leona me lo ha puesto difícil haciendo entrar al sol en la historia campestre de la tienda "amarilla". Era anaranjada pero el sol la hizo suya y para mí fue un botón de oro en la verde pradera. Pero ahora hemos hecho intervenir a los astros... y cómo no... la vieja trucha del río también tiene su historia.


Esto se está poniendo difícil para la pobre trucha. Es tan buena la visión del sol que habrá que inquietar los ánimos.

Amanece, la luna va dejando paso al Astro rey. Todavía nadie aparece salvo un personaje que se despereza contemplando el amanecer. Mira asombrado cómo salta la trucha que juega antes de que se forme la juerga de fin de semana.

Inquieta la trucha salta y remonta el arroyo. Le siguen truchitas aprendices de plata y gotas de agua... que admiran a la más veterana.

Cómo huyen mosquitos y moscas... algunos no tan rápido para poderlo contar. Qué brío tiene la trucha brillando su plata al primer rayo de sol que amenaza calor.

La niebla disipa, la hierba se alza absorbiendo el calor de la vida. Las gotas brillantes de rocío reflejan mil soles, mil caras, mil tiendas de color amarillo.

Se huele el café... se asoman curiosas ardillas marrones, retozonas... con la cola nerviosa. La más juguetona tira una piña que cae muy cercana al puchero de agua.

Los ojos del caracol que salió de la tienda amarilla miran hacia arriba y ellas, tímidas y vergonzosas suben y suben a lo alto del pino. La rama tiembla con carga tan tierna y cambian de tronco con saltos certeros... ya se alejan al interior del pinar.

Ahora son los caracoles los que van de recogida. Tienen envidia de la tienda en el claro. Qué caparazón, qué colorido... que grande, qué criatura tan bella que entra y sale del nido con tanta soltura.

Los petirrojos, jilgueros, carboneros y mirlos se acercan a las migas que deja caer la portadora de los grandes ojos, la dueña de aquel nido botón de oro, envidia de aves, si bien... bien pensado, en tierra no plantan ellas su tienda por miedo a la zorra que es sabia y vieja.

La zorra asoma su cola... y se va tan tranquila pensando en comida. Los jabatos se frenan de golpe ante la tienda amarilla y se vuelven a otro recodo del río sin gentes, ni ojos, ni hornillos.

La trucha escucha el ruido metálico. Se acercan los domingueros. El bosque se oculta... salvo las plantas que se quejan al Señor de los mapas por hacerlas inmóviles y tener que esperar pacientes la invasión de los godos.

Llegan los padres, las madres, los niños. Los gritos, los juegos y chismes.

Y la trucha se esconde muy dentro de su vieja gruta... no sin pena observando que alguna truchita por un reflejo de plata pierde la vida.

frid

2 comments:

Dolores said...

Saludos desde Argentina .

Me gusta mucho la idea de tu blog , :)


Besos.

RosaMaría said...

Qué imágenes hermosas en un cuento que tiene su moraleja. Era preciso ese contraste para lograr el final. Un abrazo.