Saturday, August 26, 2006

Un móvil en el bus

Un móvil que alteró a todos los viajeros.

Comienzo como no puede ser de otro modo. Estoy en la parada del autobús. Aparece ufano el bus rojo, rapidillo, derrapando y, de pronto, se para ahí plantado ante mí, abre las puertas y, mientras escupe por atrás entro por alante. Y ahí estoy, por una vez bien sentadico en el autobús junto a un gachó con cara de ejecutivo, con corbata, cartera y todo.

Digo todo porque, enseguida, sin previo aviso, suena el himno del Barça en el bolsillo del ejecutivo, se pone coloradote, el bichejo sonoro le delata como un culé en pleno Madrid. Eso sería muy fuerte, el hecho es que en Zaragoza la cosa no es para tanto, o sea que no se pone rojo, agarra el móvil y comienza a radiar.

Parece que López le ha hecho una pero que muy buena. El asunto se pone interesante. Menudo coraje. Si estuviese aquí ese López se iría reduciendo de tamaño sin necesidad de que lo tratase un jíbaro. Qué bárbaro.

Enseguida se monta un foro de opinión. La mitad más o menos está con el ejecutivo, porque vayamos a ver, qué caradura la de López, no esperarle al desayuno un día como éste, además lloviendo. Con lo delgado que está el personaje qué menos que darle el almuerzo a cucharadas.

La otra mitad tomamos partido por el tal López. Así cualquiera, ojos que no ven... corazón que no siente. Mira que si estuviese delante. Es un aprovechado, mirad el valiente: desde el móvil no arriesga nada.

La cosa se anima. Empiezan los diálogos cruzados y las frases algo subiditas de tono. Protesta el ejecutivo. ¡Que no me dejan ustedes trabajar! ¡Que bajen el tono de voz, no ven que me la estoy jugando con esta llamada! Que estamos cerrando una operación.

El conductor interviene pausado pero ya canso: Señores, miren llevamos media hora parados. Hemos llegado al final del trayecto. ¿Por qué no bajan ustedes y siguen “su tertulia” en la calle que es más grande? Que debo seguir mi faena y están esperando a entrar.

Ahora es el conductor el que se lleva el chorreo. ¿No podía haber avisado las paradas anteriores? ¡Qué hago en el Pinar de Venecia si quería ir al Parque Pignatelli! Vamos a ver, ¿dónde está el libro de quejas?

El ejecutivo pide de nuevo silencio y... ya no podemos más. A alguien se le escapa un guantazo. Corrido baja el señor del móvil. Corridos bajamos los demás para volver a coger el autobús hacia abajo aguantando el mal genio acumulado. Placamos al ejecutivo para que no suba y lo dejamos en tierra. Prohibimos los móviles. Sigue el trayecto.

frid

De pronto... un móvil suena. Rápidamente una mano anónima lo coge, nos mira. Ve nuestro careto y lo cuelga. Uf, espero que en esta vuelta lleguemos al destino sin bronca mañanera y es que cada día la vida es más violenta.

frid

Wednesday, August 16, 2006

Historia de una taza de café


Saltarina, arrojose recien servida sobre el pantalón blanco de aquel indiano, dejando la marca indiscutible de una mancha de café.

Ya apuntaba maneras la taza recien estrenada y ahí con un especial brillo se almacenaba todos los días en la alacena del bar que le dió la acogida.

No sabía el pobre propietario que había adquirido una taza tan traviesa. Normalmente ante pantalones obscuros y faldas serias la taza, picarona, mantenía la compostura... esperaba con atención la ocasión propicia... y era entonces cuando mostraba sus habilidades recien adquiridas.

Su especialidad era el salpicado de la cucharilla sobre la camisa blanca, aunque a veces hacía el doble salto mortal con tirabuzón incluido para terminar entre las piernas de alguna inocente dama con la falda blanca. Eso sí buscaba una buena causa... estaban los jóvenes sin saber qué decirse... muy sosetes y entonces ¡allá voy! se lanzaba sobre el más apocado de los dos para que comenzara el diálogo.

Solía acabar bien el asunto, pero nunca era invitada a la boda, ni siquiera recordada. Era traviesa pero sabía muy bien lo que hacía... un buen accidente doméstico y se rompía el hielo.

Después, muy arrepentida, pasaba el resto del año sin hacer aspavientos, todo callada, escondiendo su brillo malicioso... y es que era una taza sabia, de esas que saben que la vida, sin anécdotas, no es apenas vida.

Sunday, July 16, 2006

Mis recuerdos de huevo.

Cuentos desde mi pecera:

Mis recuerdos de huevo.

Ayer estaban sentados mamá y papá humanos junto a la mesilla, puesto el ventilador, y abierta la ventana para aprovechar la brisa de la noche. Es verano, los niños están dormidos y están pasando un momento hablando de sus cosas tranquilos.

A mí, al principio, la luz me ha despertado, he mirado lo que pasa, pero mamá me ha echado unos gusanitos de los que me gustan y me he quedado tranquilo. Bueno, he cogido los que he podido, porque el loco carpín ha ido más deprisa, negrito ha llegado tarde porque, como siempre, andaba trazando planos.

Ya más tranquilos nos hemos puesto a ver y oír, desde nuestra pecera. Éramos seis ojos grandes fijos en dos humanos grandes que charlaban.

Como quien no quiere la cosa, la mamá ha hablado de fulanita, que tenía dudas de abortar el niño, que mamá le había animado, le había puesto delante uno de sus críos más pequeños y le había dicho: mira, ¿verdad que es majico? Pero el que más ha colaborado es Perico que, al saberse mirado ha soltado esa sonrisa que emboba a todas las madres y, no se lo digas a nadie, también a todos los peces. Y ganó la batalla de la vida, según decían.

Yo me he quedado pensando, como piensan los peces, con burbujas especiales llenas de recuerdos. Y así las leen mis compañeros de pecera. Y recordaba que cuando fui huevo me llevaban, por turnos, mamá y papá en su boca, que se había ensanchado porque éramos unos cuantos ojos en una especie de pecera individual y apretada.

Lo veíamos todo, pero íbamos rodando unos contra otros. De vez en cuando los papás nos soltaban para airearnos. Era entonces cuando el que no estaba de turno nos miraba con esos ojos tan grandes, más grandes que todos nosotros. Luego nos recogían y volvían a pasear. De vez en cuando pasaba un susto grande ¿me van a olvidar?, ¿no entraré en la boca de mi papá? Pero cuando eso pasaba, la mamá con su morro nos ayudaba a entrar.

Pensé en los huevos de hombre, cómo deberían mirar si tuviesen la mala suerte de no ser deseados, como estuvo a punto de pasar con esa amiga de mi dueña. Qué alegría que acabase bien. Porque yo sé lo que es sentir la angustia de que te puedan olvidar, así como los miedos de mis papás; porque por ahí merodeaba la carpa grande relamiéndose los morros y mirando por si nos podía atrapar.

Que alguna familia de peces menos diligente tuvo reducida la puesta por culpa de un descuido o de un empujón fatal.

Tengo otros muchos recuerdos divertidos de huevo, sólo os diré que los días tranquilos les gustaba a mis papis ir donde había una ligera corriente, se ponía uno arriba y otro abajo, uno nos soltaba hechos una piña, una bola de gelatina, y aireados y frescos llegábamos a la boca del papá o de la mamá. No había peligro, la corriente era suave y controlada. Y, nosotros, girábamos y girábamos con nuestros ojos de pez en nuestra cáscara de huevo. ¡Cómo reíamos entonces! No deseábamos en absoluto eclosionar.

frid

La seguridad de la pecera.

Cuentos desde mi pecera:

La seguridad de la pecera:

Ayer vinieron mis señoritos a ver la televisión donde se encuentra mi pecera. Decían que iban a ver un documental.

De hecho a mí, por un momento, me pareció que habían dado la luz a una gran pecera, con seres como ellos pero pequeñitos, y que se dedicaban a matarse unos a otros. Recordé que, cuando yo era pequeño, y no lucía tan grande peluquín rojo, mi papá y mi mamá me decían que no me alejase de la cueva que habían hecho con unos guijarros del río Amarillo. Porque, yo no os lo había dicho, pero me diferencio de carpín y de negrito en que nací libre, no en cautividad.

Pues a alguno de mis múltiples hermanos se los llevó en sus fauces una carpa grande y feroz. Yo siempre anduve más espabilado y, cuando sentía la corriente de agua que anunciaba un pez grande me iba rápido a mi refugio.

No pensé que hay peceras tan inseguras como el mundo exterior. Porque lo que vi, en ese rato, fueron varios asesinatos, incendios, choques de coches y esas cosas de las que les gusta ver a los humanos. Lo que me asombra, como pez, es que lo hacen porque sí; pues la carpa grandota me confesaba, yo bien lejos y en mi cueva, que ella no lo haría pero que el hambre le impelía a devorarnos, que esa era la ley de la naturaleza.

Lo que veía en la pecera iluminada no tiene nada que ver con el mundo de los peces. No hay unas reglas claras. Mis hermanos que no sobrevivieron pasaron a ser carne de carpa, la carpa a ser carne de siluro, el siluro de tiburón y el tiburón de orca. Y, la orca que se moría comenzaba la rueda con los cangrejos voraces que la limpiaban en un plis plas.

Lo que no entiendo, con mi escasa inteligencia de pez es qué sacan en claro de ese culto a la pecera iluminada, si siguiesen los ejemplos de lo que ven, mi vida aquí sería un infierno y la suya una pelea continua. Yo me pregunto también si no podrían cambiar esa pecera por otra con seres humanos pequeñitos más educados, por ejemplo como ellos, como mis dueños: amantes de su mujer, cariñosos con sus hijos, amables con sus vecinos, atentos con sus familiares.

Quizá haya tenido yo la suerte de haber caído en el único hogar en el que la gente se comporta como un humano debe comportarse, no en vano me dicen mis genes que es el rey del mundo creado. ¿Será que ven lo que ven en la tele, que así llaman a esa pecera, porque fuera de su mundo todos los demás se han vuelto locos? ¿Cuesta tanto encontrar canales donde se muestren personas como mis dueños? Quizá ellos no lo saben, pero si les grabasen a ellos y los demás los viesen, puede que el mundo de los humanos mejorase enormemente.

Porque de mis dueños no tengo queja, no se dedican a hacer lo que ven en la pecera iluminada; son amables, me atienden a su debido tiempo y se tratan de modo amable.

frid

La inauguración.

Cuento:

Llega la hora, los nervios a flor de piel; el Alcalde llama agitado por su móvil, el jefe de gabinete también llama, la secretaria lo mismo, y el bedel –contagiado- llama también a la Puri, su mujer.

Los teléfonos móviles suenan, los concejales se levantan y llaman, los jefes de servicio municipales también llaman, las secretarias lo mismo, y los bedeles hablan con su Carla, Mary, Consuelo, y una bedel con su Antonio.

Se ponen en marcha, entran en el garaje teléfono en mano, los vehículos rugen, se empujan por salir los primeros. Los conductores se bloquean, pero el primero que sale es el del Alcalde, con el Alcalde, por supuesto, que otros no hacen lo mismo con los concejales y técnicos de turno. Y eso es así porque el chofer es tío segundo de nuestro gran Alonso, el asturiano.

Los semáforos hacen sus jugadas, alguno queda rezagado. Llamadas de móviles a la policía municipal, los semáforos se bloquean, los guripas se llaman por el móvil para coordinarse. Las calles se llenan de coches, el tráfico se paraliza en todas las vías.

La gente espera paciente, luego llaman a casa, la Puri o el Antonio se enteran de que el atasco hoy es especial.

La comitiva se acerca. Últimos avisos, los móviles vuelven a sonar. Sale el Alcalde móvil en mano, salen los concejales, salen los jefes de los servicios municipales, todos se dispersan por la explanada, todos con su móvil diferente, suenan melodías para todos los gustos.

La multitud se asombra, la multitud aplaude: ¡qué entusiasmo, qué baile de móviles se luce, qué creatividad la del Alcalde! La oposición pierde baza en el asombro inicial.

La comitiva se mira y se dan cuenta de que se están hablando entre sí por los móviles cuando se pueden ver el careto. Se apagan casi todos los móviles y empieza la procesión hacia la cinta y el gran botón verde.

El Alcalde pulsa el botón: queda inaugurado el sistema de Control Automático de Ordenación Semafórica, el CAOS. El programa se inicia con los datos de partida de la ciudad colapsada. El sistema se colapsa. El humo empieza a salir.

La comitiva, antes de que pasen mayores, se marcha. Los móviles vuelven a sonar. El tráfico está imposible. Esta vez se vuelven andando.

Desde el cielo, la ciudad queda llena de coches, sin huecos en la calzada. La gente se marcha andando a su casa. Y, es que no hay Metro.

Desde ese día la vida es mas sana. Todos van andando a todas partes, el móvil es desterrado y el musgo y la hierba empiezan a crecer en los capós de los vehículos dando una patina de antigüedad a la vía urbana.

Friday, July 14, 2006

Un coche y una furgoneta. Flechazo.

Historia de un coche ligón:
Cuento


Ellos se vieron al saludar a la Virgen, pero no se dieron importancia, eran uno más entre todos los zaragozanos que bajaban al Pilar.

En el aparcamiento la furgoneta azul dio marcha atrás y golpeó el Audi rojo del chaval.

Salieron los dos a papelear. Intercambiaron direcciones y teléfonos para arreglar los papeles del seguro.

Mientras el coche y la furgoneta se pusieron a cuchichear, debieron de gustarse de verdad.

Ella en casa despotricaba diciendo que había tenido una colisión con un bobo.

El a los amigos: las chicas no saben conducir.

Acabaron los papeles y, parecía que la cosa no iba a más.

Coche y furgoneta se encontraron, y el Audi guiñó un faro, se movió solo e hizo un ligero arañazo a la furgoneta.

Volvieron a salir, retomaron los teléfonos y se dijeron que no necesitaban intermediario, que eso lo iban a arreglar juntos en el seguro.

Ella en casa: ese chaval es algo bobalicón, pero mira, en otras cosas parece majico.

El a los amigos: menuda moza, es la segunda vez que nos topamos. No quiero ni verla. Bueno, hemos quedado mañana para hablar del seguro. Se va a enterar.

En ese momento el Audi levantó bien los faros asombrado ¿qué estoy haciendo mal?

Ella se puso elegante, él incluso se peinó algo. Pensaban: de esta, est@ se entera. ¿pensaban?

El asunto parece que requería cafés, cafés, cafés, cervezas, cines, paseos, visitas al Pilar.

Realmente era difícil resolver los papeles de la colisión, tan suave, entre Audi y furgoneta.

Ella en casa: mamá, ese mozo es ingeniero y sabe un montón, pero no entiende nada de seguros.

El a los amigos: algo me pasa, que no acabo de explicarme bien, y eso que parece espabilada.

Ya de ahí no pasó mucho tiempo. Audi y furgoneta orgullosos se miraban.

Pocos años después, salían de la furgoneta con un cochecito, alrededor algún que otro pequeñajo, iban al Pilar, pero en esta ocasión los que chocaban eran los enanos que querían montarse también en el coche del, por ahora, rey de la casa.

Y resulta que ella siempre había entendido. Y él ahora sabía que a veces ser ingeniero no es lo más importante. Que un ignorante a tiempo tiene más suerte que un sabio pedante.

Y la madre ya lo esperaba; y los amigos siempre se sonreían diciendo que "lo habían cazado".

Pero los que lo sabían de antes eran el Audi rojo y la Furgoneta azul que sintieron un flechazo al verse cercanos en el mismo parquing.

Frid

Tuesday, May 16, 2006

El pez cagón



Qué os voy a decir que no sepáis... nuestra casa es coqueta pero pequeñita... permite a carpín ir de acá para allá trazando nuevos mapas... pues la fisonomía de nuestro mundo cambia continuamente... según la decoración que nos sumerjan.


De hecho, Carpín va dibujando en un cuaderno mapas uno tras otro... anotando la evolución de los corales, de los arrecifes, de las cuevas... del lugar donde se encuentra el baúl del tesoro... y está tramando una teoría muy especial... con poca base todavía... que denomina "la deriva de los corales"... no sé que cosas habrá leido... porque derivar poco se puede en un recinto peceril.

Volviendo al hilo del asunto... el otro día vinieron unos amigos... un grupete simpático y parlanchín, de dos patas... que nos miraron con sus grandes ojos... y uno de ellos... me acuerdo muy bien... es como si lo estuviese viendo... comentó algo sobre que nos traería compañía... y así lo hizo. En una bolsa de plástico transparente se veía distorsionada la imagen de un bichejo parecido a carpín, pero sin tanta gracia... debe de ser una carpa vulgaris... y plof... acá nos la dejó sin previo aviso.

No exagero si digo que la pecera subió de nivel unos centímetros... nos calló encima un elemento algo basto... una carpa de charca diría yo... que apenas nos hizo caso.

Negrín se escondió entre las sombras por si acaso... carpín pensó que era él pero inflado como un globo... y esperaba que, en cualquier momento ese extraño estallase dejando restos por toda la pecera... lo cierto es que sí estalló... y con algo bien grande... y nos enturbió la pecera... nunca había visto algo de ese tamaño... nuestro recinto dejó de ser el ideal de transparencia y pulcritud.
Y, en la niebla, todos los gatos son pardos... creo que negrín se escaqueó hasta nuevo aviso y Carpín ni con gafas podía ahora elaborar sus mapas del territorio... ponía correcciones continuas en zonas antes claras y diáfanas: "lugar de la niebla"... "niebla persistente"... "oscuridad más de lo razonable"... "cueva de los fangos".

Yo pensaba que esto iba a acabar mal... pero para mi gran alivio... al poco tiempo... otra mano, esta vez más equilibrada... trajo un pequeño redeño, un tarro de agua y nos retiró al pez cagón... nos aclaró el agua... y no pasó más que un disgusto.

Dicen las leyendas que el carpón grande y sucio fue devuelto a su charca... que allí habla... mira qué injusto... de una cautividad agobiante con un trio de finolis.

Sunday, May 07, 2006

Cuentos desde mi pecera. .



Aquí comienza mi historia




Soy el rey de la pecera... ¿cómo me definiría?... soy un pez no muy grande, mas bien pequeño... no renacuajo... que los he visto de ¡cada tamaño!... diríamos que mi tamaño es de una pequeñez moderada. Mi pinta es elegante, algo gordete, pálido, como un aristócrata a la antigua usanza... a contraluz pueden verse mis tripas con cierta facilidad... lo que me da un poco de vergüenza. Pero de lo que estoy más orgulloso es de mi tupé rojo... un magnífico tupé denso, sin ninguna calva, bien lucido que asusta al enemigo y alegra a las que tiene que alegrar.

Tengo dos compañeros de pecera, un pez negro... no soy racista, con ojos grandes, como de continuo asombro, que me sigue a todas partes y he nombrado mi asesor.

Además comparte mi espacio mojado un carpín rojo muy inquieto... que va de acá para allá investigando. A este le he nombrado explorador... le he hablado largo y tendido de quién era Colón y le he encomendado la tarea de hacer un mapa fidedigno de mi imperio... no sé si se habrá enterado de mucho porque mientras se lo explicaba, iba de acá para allá... y menos mal que le dejé de seguir con la vista porque me estaba pareciendo que iba a caerme como una peonza mareada.

Por las mañanas, a eso de las diez, vienen todos los días a cambiarnos el agua... que está bien limpia... como si la hubiesen lavado con esmero. La operación la realizan dos mocetas muy educadas. Primero vemos dos pares de ojos grandes... inmensos... en los que cabría toda la pecera... pero no nos dan miedo.

Somos pequeños pero sabemos distinguir un par de ojos de otros... los de los tiburones son rasgados y maliciosos... sí, también los chinos tienen los ojos algo rasgados pero su rasgado es diferente... eso daría lugar a una lección sobre tipos de ojos. Pero lo que no engaña es un par de ojos grandes cariñosos... nos llevan en palmitas... nos meten en un bote decorado con pececitos de colores mientras en un plisplas hacen la operación y quedamos como niños con zapatos nuevos.

Es en ese momento cuanto más loquillo se vuelve carpín... gira y gira, y hasta da pequeños saltitos fuera del agua como para mostrar su agradecimiento. Siempre consigue alguna sonrisa y una miga extra de pan... el muy zalamero.

Por hoy os dejo... y hasta pronto.