Sunday, May 07, 2006

Cuentos desde mi pecera. .



Aquí comienza mi historia




Soy el rey de la pecera... ¿cómo me definiría?... soy un pez no muy grande, mas bien pequeño... no renacuajo... que los he visto de ¡cada tamaño!... diríamos que mi tamaño es de una pequeñez moderada. Mi pinta es elegante, algo gordete, pálido, como un aristócrata a la antigua usanza... a contraluz pueden verse mis tripas con cierta facilidad... lo que me da un poco de vergüenza. Pero de lo que estoy más orgulloso es de mi tupé rojo... un magnífico tupé denso, sin ninguna calva, bien lucido que asusta al enemigo y alegra a las que tiene que alegrar.

Tengo dos compañeros de pecera, un pez negro... no soy racista, con ojos grandes, como de continuo asombro, que me sigue a todas partes y he nombrado mi asesor.

Además comparte mi espacio mojado un carpín rojo muy inquieto... que va de acá para allá investigando. A este le he nombrado explorador... le he hablado largo y tendido de quién era Colón y le he encomendado la tarea de hacer un mapa fidedigno de mi imperio... no sé si se habrá enterado de mucho porque mientras se lo explicaba, iba de acá para allá... y menos mal que le dejé de seguir con la vista porque me estaba pareciendo que iba a caerme como una peonza mareada.

Por las mañanas, a eso de las diez, vienen todos los días a cambiarnos el agua... que está bien limpia... como si la hubiesen lavado con esmero. La operación la realizan dos mocetas muy educadas. Primero vemos dos pares de ojos grandes... inmensos... en los que cabría toda la pecera... pero no nos dan miedo.

Somos pequeños pero sabemos distinguir un par de ojos de otros... los de los tiburones son rasgados y maliciosos... sí, también los chinos tienen los ojos algo rasgados pero su rasgado es diferente... eso daría lugar a una lección sobre tipos de ojos. Pero lo que no engaña es un par de ojos grandes cariñosos... nos llevan en palmitas... nos meten en un bote decorado con pececitos de colores mientras en un plisplas hacen la operación y quedamos como niños con zapatos nuevos.

Es en ese momento cuanto más loquillo se vuelve carpín... gira y gira, y hasta da pequeños saltitos fuera del agua como para mostrar su agradecimiento. Siempre consigue alguna sonrisa y una miga extra de pan... el muy zalamero.

Por hoy os dejo... y hasta pronto.

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