Friday, September 05, 2008

La casa del reloj (1)


No es normal vivir en una casa con reloj; aparentemente es simplemente un instrumento que marca la hora, un referente para el viajero... si bien, desde que los relojes digitales empezaron a funcionar, esos relojes públicos, las casas con reloj, están en claro retroceso.

Vivir en una casa con reloj es algo único, difícilmente imitable. Sólo unos pocos son los privilegiados... y en los barrios nuevos, donde lo digital triunfó de primeras, ya no se piensa en una casa con reloj, salvo con pantalla de plasma y números rectilíneos marcando el segundo y sin posibilidad de retroceso o adelantamiento.

En los barrios nuevos la prisa, la vida... se mide con precisión de segundos. Menos mal que los autobuses siguen sufriendo atascos y los viandantes padecemos la costumbre de pararnos y hablar del tiempo con los vecinos, aunque cada vez menos. Pero podría pasar que se lograse la precisión milimétrica para todo, la conversión del barrio nuevo en una maquinaria de precisión de plasma y cuarzo... ¿Con hombres convertidos en meras máquinas de trabajo, sin sentimientos, viviendo como extraños?

El reloj de verdad, el reloj de edificio, tiene una enorme carcasa y una estructura soporte para sus campanas, para sus mecanismos, para sus programas manuales y para las melodías que lo hacen irrepetible y único.

Alguna casa se construyó como excusa para albergar el reloj. Es lo que daba prestancia al edificio. Pero ahora, con las marquesinas con reloj incorporado, con los relojes de cuarzo de dos euros, con la precisión milimétrica, ya no miramos al cielo, sino, lo más, a la muñeca.

El sonido del reloj marcando las horas nos parece como el campanario de una Iglesia; no lo identificamos ya con el antiguo medidor del tiempo ciudadano.

Y, el relojero que era quien antes tenía a la ciudad en vilo con los adelantamientos o retrasos de la maquinaria, hoy es un artesano de rarezas.

Lejos quedó la época en la que la contienda de precisión entre edificios con reloj era una contienda de interés local. Los partidarios del reloj de la Diputación frente a los de la Caja de Ahorros, o de los del Ayuntamiento ya han dejado de discutir.

Todos esos relojes, relojes viejos, son juzgados por el cristal de cuarzo, uniforme y que hace que miles, millones de seres humanos, vivan a la misma hora, el mismo minuto, el mismo segundo. Hay uniformidad horaria y languidez en los carrillones.

Pero, ¿quién tiene la dicha de vivir todavía en la casa del reloj?

En realidad ese es mi caso.

Por cierto, aquí hablan de mi propia casa: ¿PARIS? NO, ZARAGOZA.

4 comments:

mercedes saenz said...

Muy bueno Frid! Y tambalea el reloj y el corazón porque también puede ser una esquina de Buenos Aires... Un abrazo Mercedes Sáenz

Unknown said...

que cuentos amigo cada dia es una sorpresa contigo

paste por aqui y recoge este humilde premio creado por un gran bloggero

http://raul-flakillo.blogspot.com/2008/09/premio-morilandia.html

Anonymous said...

Gracias Mercedes. Esos rincones de buen gusto son "temporales en la moda" pero permantentes en una minoría, que no se hace, sino que se logra a través de mirar el mundo y las personas con afecto.

Gracias Raul: el premio lo recogeré en breve con un cuento y luego lo trasladaré a algunos de nuestros amigos artistas.

frid

Yolanda said...

Es la primera vez que entro por aqui, hace unos dias me di de alta en Blogger y aúnando un poco de pruebas... peor lo cierto, es que el titulo de tu Blog me resultó tan original que no pude evitar la tentacion de entrar y mirar, la verdad es que este Post me gustó, te expresas muy bien y me encanta como transmites ese mensaje de nostalgía por aquellos pequeños detalles de la vida que se van alejando sin más... como en este caso, los relojes en edificios !!!

Un saludo !!! :-)